19 de octubre de 2009

Inmerso en los negocios.

Era un hombre rechoncho, no era calvo pero ya tenía alguna que otra entrada.
Sabía perfectamente que lo suyo no eran los negocios, pero ¿y qué? Mantenía a su familia, las niñas eran caprichosas, y ella, ella tenía algo que le hacía perder la cabeza. La empresa fue lo que le quitó años y años de ver crecer a sus hijas. Sentía odio hacía su jefe, pero aun así hacía horas extra sin que nadie le pagara. Uno de aquellos días bañados en monotonía una llamada irrumpió sus cortas horas de sueño.
-¿Sí? ¿Quién llama a estas horas?
-Perdone, ¿es usted el señor Lawton?
-Si, claro que soy yo. ¿Pero quien es usted?
-Soy el agente Marshall, de la policía, hemos hallado a su hija muerta –hubo un silencio que asustó a aquel valiente policía que había llamado a las cinco de la mañana para darle una de las peores noticias a aquel hombre, rechoncho, con canas y entradas, que se había perdido en el trabajo sin hacer caso a su familia- Murió de sobredosis.
-Gracias –colgó el teléfono, callado, con las lágrimas pendientes de un hilo. Corrió hasta la habitación de sus hijas, aquellas que ya no tenían tres años, que no jugaban con muñecas, o se ponían vestidos rosas. Aquellas que tenían dieciséis años y eran tan iguales como el primer día. Aquel hombre pensó quizá que conocía a su familia. Pero no sabía que una de sus hijas se había metido en ese mundo tan peculiar, el mundo de la droga. Y la otra, la otra no moriría, la otra daría vida a la casa. A los nueve meses tendrían una nueva boca que alimentar. Porque a veces damos un paso en falso cuando nos quedamos quietos.

2 comentarios:

Vanille Galaxy dijo...

Qué noticia tan terrible :(

Radamanthys dijo...

La verdad que noticia para mas desastrosa.

Ayrton Vargas