25 de febrero de 2010

Soñando.

Iremos a ver las estrellas reguardados en un trocito de la luna, con una manta tan, tan grande que nos cubra bien bien. Luego podemos tomar un vaso de colacao calentito, que nos haga volvernos azules. ¡De ese azul que me gusta tanto! ¡Y aunque seas un viejo no necesitaras baston! Porque en la luna no hay gravedad, y flotaremos, como pajaritos. ¿Y se vera la Tierra tan chiquitita como la luna desde aqui? Puede que si. Es que soñando puedo llegar a cualquier sitio contigo.

15 de febrero de 2010


-Te lo prometo.
-¡He oido tantisimas promesas como esa! Promesas de mentira, promesas de las que no hay, promesas estupidas, promesas que hacen ilusiones marchitas, promesas que NADIE hara realidad.
-Dejame ser ese nadie.
-Te lo pondre muy dificil.
-¡ME GUSTAN LOS RETOS!

8 de febrero de 2010

Bichinas hermanas, con mentes distintas y corazones iguales.

-¡Vamos Char, que llegamos tarde! -La chica castaña miraba fijamente, mientras se pone las converse ya que sus Vans moradas y amarillas son acaparadas por Charlot.
-Soph, ¡que mas da! Hoy tenemos foto a primera hora, ¿Ya sabes la cara que vas a poner?
-Si, la misma de siempre, espalda recta, cuello a un lado y cara torcida, ¡BAH! Cuanta monotonia.
Salieron corriendo de casa, Charlot con un cigarro en la mano, mientras Sophie se ponia las gafas de sol. Charlot era cañera, tenia los ojos verde azulados, el pelo medio rubio medio castaño, y a veces tenia un humor de perros. Sophie era como un roscón de reyes, dulce pero con sorpresitas, tímida, aunque a veces echada para alante. Vamos que Char y Soph pegaban poco como amigas, pero lo eran, eso lo que había y lo que hay.
Hugo veía la pequeña lágrima que caía por la mejilla de Ana, no sabía que hacer. Estaba confundido, aturdido, algo embobado, ya que nunca la había visto llorar de tal manera. Le gustaba mirarla cuando se terminaba los libros ya que la chica lloraba como una magdalena, pero no por amor. Amor mentiroso, amor que duele, amor que no es ni amor, amor que sabes que algún día terminará pero que guardas por miedo. El, cansado de verla así la abrazo despacito como si fuera una de esas muñecas de porcelana que parecen que se van a romper con tan solo mirarlas. La secó las lagrimas casi sin mirarla a los ojos, clavando sus bonitos ojos azules en la frente de Ana. Cuando terminó, decidió volver a hundirse en el marrón verdoso de los ojos de la chica, con miedo bajó la vista, miedo quizá a que volviera a echarse a llorar. Hacía mucho que Ana no encontraba a una persona tan especial como Hugo. Una pequeña –pero importante- puertecita se abrió entre ellos, la amistad.