11 de septiembre de 2009

Un beso con cafeína.

Entré en el café del centro comercial, siempre me gustó ese sitio, es tan tranquilo, en la barra hay un chico, está atendiendo a alguien, espera, pero si es ella, Ann, hace dos semanas que la conocí y aun no me he olvidado de ella, su voz, su piel, sus ojos marrones...
-Hola -me saluda sonriente, parece contenta- Eres Marc ¿no? El chico de la librería.
-Sí, y tu Ann ¿verdad?
-Veo que tienes buena memoria -nos reimos, pero que idiota soy, como no me voy a acordar de ella... Marc que tienes veintiun años, no seas gilipollas, ella ¿que tendra? ¿quince? No te puedes enamorar de ella. Pero es tan bonita...
-Mmm... Creo que es tu turno -Ann me estaba avisando- soñar despierto está bien, pero dejalo para luego -se rió, y yo con mi cara de bobo- Si quieres nos sentamos juntos...
-Si, si, si -la interrumpí, vi como se movia hasta una mesa- quiero un capuccino, gracias.
Cuando llegué a su mesa, me esperaba con una gran sonrisa, unos cuantos sorbos después y varios temas de conversación unidos a otros, cosa que solo pasa en las conversaciones verdaderamente entretenidas, nos dimos cuenta que nos gustaban las mismas cosas, más o menos. Leer, dibujar, viajar, las palomitas que no están hechas, el café, coca cola, las motos y los coches, la velocidad, la gustaba sonreir porque decía que así no era como los demás, serios y preocupados, los cereales sin leche, era su merienda favorita... y más cosas aun. Cada palabra que decía me hacía pensar más en que en ella se escondía la mujer perfecta.
-Creo que se me hace tarde, tengo que ir a buscar a Max...
-¿Max?
-Si, mi...
-Tu novio, entiendo -la interrumpí.
-No, es mi primo pequeño, tiene diez años -se puso a reir.

Y nos deshicimos en un beso con cafeína.

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